6 de noviembre de 2014

El reencuentro


9/9/03

Dentro de aquella sala las vociferantes exclamaciones en alemán inundaban todos los lamentos, las quejas y los miedos. Las miradas amenazantes eran precursoras de nuestra muerte...

Esposados hasta el dolor y algunos ya con llagas clamábamos a Dios por el consuelo de la parca. Yo fui el primero, el esbirro a indicación del hombre de mayor rango sacó la pistola, seguramente era su primera vez... el primer tiro quemó mi cien tan sólo, el segundo dio en mi hombro y mientras aun me quejaba del ardor y la agudeza del dolor sentí en mis entrañas un tercero y finalmente, supongo acertó a mi cabeza.

Todo fue oscuro, los primeros minutos. Transportándome, por un largo y sinuoso pasaje que no sabría a saber si era túnel, si era espacio o que tipo de vaguedad... tampoco sabría decir si ascendía y descendía, en medio de un profundo estupor no experimentaba otra cosa que curiosidad y dejadez....

Era como un sueño y de manera repentina me vi en una sala que bien podría ser un salón privado de un restaurante, sin ventanas, con un fuerte zoclo de madera y piso de duela pulido hasta la desesperación. Las sillas eran austeras pero sensacionalmente cómodas... Estaba así instalado y empujado por la certeza de que existía un cuarto adjunto, franqueé la puerta que tenía una recepción.

Un personaje de piel obscura y de quien adiviné algo así como la profesión de una enfermera me miraba con cordialidad y cierto gusto, como si fuésemos grandes amigos de la infancia... así que salude con cierto jubilo y por toda respuesta me recitó, con gran amabilidad algunas instrucciones, entre ellas que dejara una etiqueta con mi nombre en la entrada de la puerta. Noté entonces que justo apretaba tal en mi mano derecha, lo desenrollé con cuidado, y no reconocí la grafía. La enfermera me indicó que mientras esperaba mi destino a muchas personas les interesaría saludarme, para lo cual debía retornar a la sala donde estaba.

Sumiso me introduje al salón, para mi sorpresa estaba lleno de personas que me estrechaban, besaban y acariciaban, pronunciaban mis nombres y se regocijaban de encontrarse conmigo. Algunos de ellos eran las mismas personas que estuvieron conmigo 
en el patíbulo, así que le pregunte

- ¿Te veo como te recuerdo o como eres?
- Me ves como me recuerdas, pero yo soy como soy... yo a ti te veo como te recuerdo, pero en realidad eres como eres

Me embargaba la alegría, cierta sensación de beneplácito.

Una joven, de piel morena y rasgos polinesios me sonría con especial dulzura y empezó a entonar una canción, una canción que reconocí pero que no había escuchado en vida, una balada cuyas estrofas entendía y tenía memorizadas, pero cuyo lenguaje me era novedoso.


Reparé entonces que tenía una guitarra en mis manos, y en la tapa venía escrita la letra de la canción. La grabé ahí para no olvidarme de la letra. mientras cantábamos, con especial fuerza el coro, todos decían con su melodía que estaban ahí para confortarme, pues eran mis amistades. Consuelo en los momentos inicuos de la existencia, saber que se es querido, saber que se quiere a otros.

1 comentario:

TGE dijo...

Maravilloso relato de lo que no hay experiencia... La vida después de la vida.