9/9/03
Dentro de aquella sala las vociferantes exclamaciones en
alemán inundaban todos los lamentos, las quejas y los miedos. Las
miradas amenazantes eran precursoras de nuestra muerte...
Esposados
hasta el dolor y algunos ya con llagas clamábamos a Dios por el
consuelo de la parca. Yo fui el primero, el esbirro a indicación del
hombre de mayor rango sacó la pistola, seguramente era su primera
vez... el primer tiro quemó mi cien tan sólo, el segundo dio en mi
hombro y mientras aun me quejaba del ardor y la agudeza del dolor
sentí en mis entrañas un tercero y finalmente, supongo acertó a mi
cabeza.
Todo fue oscuro, los primeros minutos.
Transportándome, por un largo y sinuoso pasaje que no sabría a
saber si era túnel, si era espacio o que tipo de vaguedad... tampoco
sabría decir si ascendía y descendía, en medio de un profundo
estupor no experimentaba otra cosa que curiosidad y dejadez....
Era como un sueño y de manera repentina me vi en
una sala que bien podría ser un salón privado de un restaurante,
sin ventanas, con un fuerte zoclo de madera y piso de duela pulido
hasta la desesperación. Las sillas eran austeras pero
sensacionalmente cómodas... Estaba así instalado y empujado por la
certeza de que existía un cuarto adjunto, franqueé la puerta que
tenía una recepción.
Un personaje de piel obscura y de quien adiviné
algo así como la profesión de una enfermera me miraba con
cordialidad y cierto gusto, como si fuésemos grandes amigos de la
infancia... así que salude con cierto jubilo y por toda respuesta me
recitó, con gran amabilidad algunas instrucciones, entre ellas que
dejara una etiqueta con mi nombre en la entrada de la puerta. Noté
entonces que justo apretaba tal en mi mano derecha, lo desenrollé
con cuidado, y no reconocí la grafía. La enfermera me indicó que
mientras esperaba mi destino a muchas personas les interesaría
saludarme, para lo cual debía retornar a la sala donde estaba.
Sumiso me introduje al salón, para mi sorpresa
estaba lleno de personas que me estrechaban, besaban y acariciaban,
pronunciaban mis nombres y se regocijaban de encontrarse conmigo.
Algunos de ellos eran las mismas personas que estuvieron conmigo
en
el patíbulo, así que le pregunte
- ¿Te veo como te recuerdo o como eres?
- Me ves como me recuerdas, pero yo soy como
soy... yo a ti te veo como te recuerdo, pero en realidad eres como
eres
Me embargaba la alegría, cierta sensación de
beneplácito.
Una joven, de piel morena y rasgos polinesios me
sonría con especial dulzura y empezó a entonar una canción, una
canción que reconocí pero que no había escuchado en vida, una
balada cuyas estrofas entendía y tenía memorizadas, pero cuyo
lenguaje me era novedoso.
Reparé entonces que tenía una guitarra en mis
manos, y en la tapa venía escrita la letra de la canción. La grabé
ahí para no olvidarme de la letra. mientras cantábamos, con
especial fuerza el coro, todos decían con su melodía que estaban
ahí para confortarme, pues eran mis amistades. Consuelo en los
momentos inicuos de la existencia, saber que se es querido, saber que
se quiere a otros.
1 comentario:
Maravilloso relato de lo que no hay experiencia... La vida después de la vida.
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