13 de mayo de 2019

Misterios gozosos

Acto de contricción

Voy al mercado porque puede ser que te sorprenda, es una ilusión; que haya algo fabuloso: un juguete que no se pueda comprar, una película que no se deba ver, una indumentaria que jamás me pondría...

Voy al mercado porque puede ser todo más barato... depende de tu ojo, de tu relación con el mercader; de lo importante que pueda ser la compra.

Tengo que reconocer que también voy a los mercados ambulantes porque soy tacaño. ¿Por qué he de pagar una zanahoria a ese precio? ¿Por qué debo aceptar un paqute que tiene un jitomate verde?

Voy a los mercados por avaricia, quiero tener los mejores duraznos; por goloso, que se antojen de solo verlos; por hedonista, que huelan y se sientan como ninguno otro.

La única pasión que parece que no está presente es la pereza. Ir al mercado es un dechado de diligencia, pero la pereza está: odio hacer filas para pagar, para que me pesen la mercancía, para que me atiendan en los lácteos.

En el mercado no hay filas: Hay tumulto, hay influencia... si soy buena compra, me atienden antes... ¡ah,  eso es soberbia!

Primer misterio: La anunciación

Y con los pregones del mercado quieren hacer una venta y gritan con ingenio; unas frases hechas, otras improvisadas: ¡Lleve sus mandarinas! ¡Aquí le tengo todo su mandado! ¡Le cuido a su señor, mientras compra! ¡Pruebe y quede convencido! ¡Chéquele y verá que regresa! ¡El mejor mango! ¡Le vendo desde una lechuga hasta mil toneladas!

Segundo misterio: La visitación

En ocasiones hay que arriesgarse, mirar a otros puestos. Sin causar mucha expectativa. Quizá convenga observar solo los precios que están en cartones aquí y allá. Preguntar la procedencia: "¿de dónde son los limones?" y el otro dirá que son de Michoacán, si son buenos o de Colima, si son baratos.
También hay que acercarse a los puestos que han sido descartados en el pasado, pudieren haber entrado en razón y vender "la vaina para canarios" en manojos grandes y baratos, otra vez.

Tercer misterio: La navidad

Y cuando son fechas especiales el mercado se transforma... si es diciembre hay luces y adornos, mandarinas, limonreales y limas; hay jícamas de las chiquitas y cañas partidas para el ponche... si es febrero, corazones; si es marzo, mangos; en mayo flores para las madres y camisetas deportivas del campeón... cada mes tiene su devoción en la capilla y su exclusiva mercadería... y el que pide zapotes en julio... ¡no es de aquí!

Cuarto misterio: La presentación 

Y el estar en el mercado se extiende hasta el regreso a casa, donde el gozo se acrecienta al revisar la mercancia, ver cuanto dinero se aprovechó, si se gastó menos o mejor, si se encontró una oferta o se satisfizo un capricho.
Regresar del mercado, con todo y el cansancio es otro gusto.

Quinto misterio: El niño perdido

¡Ay, las decepciones. Ay, los olvidos!
Es cuando descubres que no compraste todo, que dejaste una bolsa en el puesto, que no te dieron el cambio completo; cuando quizá olvidaste la cartera, perdiste una licencia... Aunque hay días que alguien te tiene el reembolso o tu identificación todavía, unas horas después... hasta una semana...

Las Aves María de la promesa

Y en ocasiones queda uno con el mercader, que le tendrá fruta madura; que le tendrá la refacción o los lápices de colores de esos colores; puede ser que todavía encuentre naranjas en noviembre (de las amarillas), mandarinas en mayo o huevos de serpientes, nada más las encuentren.

Letanía

La lista del mercado está viva, cada semana se depura de poco en poco. Hay cosas que ya no vale la pena comprar: porque uno crece, porque uno madura o porque envejece o quizá, para las que uno muere.
Aunque todavía hay un niño en mí que suspira por un juguete, un juguete que no conviene comprar.
Ahora recuerdo que voy al mercado por una ilusión.


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