4 de septiembre de 2014

Versión libre de las andanzas de Victoria en la plaza de armas de Tlalpan

Tlalpan que es de San Agustín y de Morelos está repleto de anécdotas desde antes de la época virreinal, los lugareños creemos que los espectros, monstruos de facciones jurásicas, gigantescos insectos, colosales mamíferos por ahí transitan en las a veces pletóricas y otras desiertas calles de la demarcación. También hay quien cree en fantasmas y alienígenas pero esas son supersticiones.

Estos modernos abominables quizá sean producto de la eficiente autoridad que con mala vigilancia en los hospitales psiquiátricos, asilos de ancianos, la cárcel para infantes no falta ocasión que escapen de recaudo; ... y las cercanas cuevas húmedas donde cacomixtles, murciélagos, ratas y cucarachas tienen su hogar y suelen salir por viandas y vituallas a los basureros que para el caso existen en cada manzana.

La autoridad respaldada por un partido descreído, anti clerical y materialista dispone de esos días de fiesta de carpas, músicos y recluta personal eventual para mantener las aceras limpias, policías doblan turnos para bloquear calles y pescar ladrones y asaltantes; También colocan un quiosco de informes donde los angloparlantes y los francoparlantes encuentran que el funcionario destacado apenas si entiende el otomí.

En la esquina principal de la plaza de armas y a lo todo lo largo de esas calles se colocan puestos de ropa, accesorios y comida... tropieza uno con la crema de concha nácar y en un sincretismo gastronómico donde conviven chamoy, esquites,pizzas, chito, hotdogs, tacos, canolis,  pambazos, pozole, buñuelos, hotcakes, caramelos, quesadillas, panes de pulque, nuez y anís; todo ello a precios tan elevados que vale más sentarse en un balcón de algún restaurante y comer viandas parecidas a los mismos precios, con la ventaja de contar con un sanitario y la atención de algún novel mesero.

Desde ahí puede mirarse a jóvenes extranjeras destacar de la multitud por su altura y sus cortos y vaporosos vestidos; pelean con fiereza con algún oriundo por abordar un taxi. Los abuelos que parecen ciborgs, con tanto aparato y accesorio para caminar como entes normales, persiguiendo a niños traviesos e irreprimibles que desconsiderados padres dejaron a su encargo; los vecinos poco ilustrados cometen el error de entrar a circular con sus charchinas para descubrir que no avanzan gran cosa a fuerza de bocinazos; También se miran a otros paseantes cargados de inútiles caprichos como globos, bolsas, juguetes y ollas que estarán muy pronto en la basura o en una venta de garaje.

Salí sin huaraches, que tanto me atrajeron por manufactura pero desistí por lo oneroso del precio; tampoco compré la camisa de manta ni los pantalones de características indias; las ollas las miré pero no me gustaron; no acepté me leyeran la mano, las cartas o el café y quedé convidada a volver muy pronto, quizá ahorita, al restaurante; pues llegando a casa me percato que dejé mi sombrero abandonado en una silla, aunque me informan que me entregaran mi "gorro", apenas vaya; iré pues.

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