31 de julio de 2013

¿Quién, que quiera, no es querido?

La primera vez, según recuerdo, que tropecé con una persona que aducía me conocía fue embarazosa y desconcertante. Caminaba disperso en mis pensamientos cuando una dulce criatura menuda, frágil y simpática me llamó por mi nombre, así que con sorpresa le correspondí el saludo, sin atinar a saber quien era.

No contenta con preguntar por diversas andanzas mías y otras historias, me preguntó por el bienestar y salud de mi familia (a quienes nombró por apodo casero)... y de mis mascotas... y hasta de algunas amistades... Era tal la cantidad de detalles que comentaba que supuse que daría con su nombre, su historia... Me esforcé por seguir la conversación...

Nada sirvió, sequía yo en un limbo y preguntaba dando palos de ciego: "¿y en casa?... ¿todo bien?". Me imagino que notó mi desconcierto, con una mueca se colgó a mi cuello, me besó los labios y luego murmuró a mi oído: "No te olvides de quienes te quieren", luego agregó: "tengo el mismo teléfono, así que llámame".... le dije: "sí"  y no la he vuelto a ver en mi vida.

En otras ocasiones he podido relacionar a la persona por la conversación y luego de mirar mucho el semblante, recortar dimensiones, haciendo  un ejercicio de imaginación (¿como se verá esta persona sin arrugas, con otro tono de cabello...¡o con él!... si no estuviere en silla de ruedas?) intento percatarme de quién es la persona que en forma tan familiar me platica.

Nada sirve sigo sin saber en esas situaciones como proceder o que preguntas hacer, así que opto por un lenguaje neutro pues ya he preguntado por difuntos o inexistentes:

-¿Cómo está tu marido?, ¿sigue trabajando en....?
- ¿Marido?, nunca he tenido marido... Sigo solterita y esbelta
-¡Mario, quise decir Mario!

Una de mis excusas es afirmar que tras dedicarme a tantas actividades donde conocí a tantas personas de manera incidental hace que me sea difícil recordar nombres, semblantes, historias y eventos. Pero esto es falso: algunos profesores que tuve no solo me han reconocido cuando que yo a ellos, no.

Algunos de mis amigos les parecía esto muy divertido, sobre todo los que en algún momento fueron mis alumnos. Solían gastarme una broma muy molesta: Llevaban a mi presencia a una persona, era más grosero cuando eran mujeres, y me hacían creer durante un buen rato que había sido mi alumna. Citaban anécdotas y situaciones, la cómplice bien aleccionada hacía afirmaciones pertinentes. Una vez que me entregaba al misterio, descubrían la broma...¡Runfla ruin!, se carcajean de mi al grito aquel de: "¡El que se ríe, se lleva; el que se ríe se lleva!"

Hace un par de días, saliendo de una vinatería después de comprar un tequila con fines exclusivamente medicinales, en zona de la ciudad donde proliferan hospitales y cantinas; una persona de mi edad desde la banqueta  al otro lado de la calle, con sonrisa gentil y vestido sin formalidad pero sin andrajos, me saludaba con nada fingida alegría. Le respondí entonces con mucha precaución y mirando a mis espaldas por si otra persona respondiera al tiempo (eso también me sucede)... pero era yo el único.

Con paso decido se me acercó, aun con una sonrisa de lo más sincera y tras darme la mano me abrazo (¡órale y ahora?) Mirando mi desconcierto me dice:

-¿ya no te acuerdas de mí?
- ¡La verdad no!, ¿de dónde nos conocemos?
- ¡Acuérdate!, ¿dónde duraste muchos en tu trabajo? ¿eh?
- Pues en el sindicato... - le dije sin inventar- pero ya tiene mucho tiempo...
- ¿tú estabas en administración, no?
- En capacitación, le corregí- el asintió, con gusto
-¡Martín!, ¡soy Martín el almacenista!
-¡ah, sí!- cero, la memoria en cero- ¡Martín!... ¡qué haces por aquí?

- Pues, pues- empezó como a tener estertores y unas lágrimas empezaron a rodar por mejillas curtidas por el sol- acabó de enterrar a mi esposa, ando caminando en total desasosiego mis hijos siguen en el velatorio (hay unos relativamente cerca, pero no muy cerca)... pagué la cremación... me quedé sin mi viejita y sin dinero y no hemos comido.

"Mal la anda pasando éste, me pensé, y no lo ubico"...

-Pues justo pensaba comer por aquí- era otra portentosa y escandalosa mentira de mi parte, mientras le explicaba que no me gustaba la comida vegetariana - "ni a mí, respondió entre sollozos" miré  una que parecía  modesta cantina, a unos pasos; Igual la libraba convidando botana.

Caminamos como cuates de primaria, con los brazos alrededor del cuello, mientras gimoteaba y sollozaba. Alcanzamos una mesa y mi pesar empezó a crecer pues si son meseras las que atienden la cantina no es barata; es peor si portan minifaldas, como era el caso; es aun peor cuando hay escenario, como  el que  había;  y nada ayuda enterarse al mirar el menú que viene en varios idiomas (Inglés, francés y alemán, eran en este caso).

Pedí dos cervezas y la botana, la amable señorita se identificó como Luvov (que en ruso es Amor y en la cuenta a pagar suele multiplicarse por tres) y me comentó que no tenían comida por consumo de alcohol, que era "aparte" (me di cuenta que dominaba el español de la  zona, pero evidentemente tenía acento en lo caro: ojos azules, piel clara, cabello rubio... por suerte no había tubos en el escenario)

Martín pidió sin recato un guacamole y una chistorra, la sopa de mariscos, la milanesa con papas, antes una ensalada César,  otro servicio de pan; varios tequilas y de "chaser" cerveza León, todo en menos de quince minutos. La afable señorita y los garroteros eran solícitos e iban y venían con grandes charolas, retirando muertos y trayendo más platos.

Me percaté de lo inconveniente de mi situación, yo esperaba pagar cuando mucho unos frijoles charros y unas tortillas, así que pedí la cuenta, aunque Martín se apresuró a pedir un pastel imposible.

Mientras mentalemente contaba el efectivo, el crédito disponible en las tarjetas y hasta los vales de despensa... era evidente que no alcanzaba a cubrir la cuenta, en eso me percaté que Martín en ningún momento me había llamado por mi nombre, ni había hecho alusión a mi vida en algún modo.

Si algo le preguntaba al respecto del sindicato lloraba...  Decía algún  nombre  que era de su esposa quien resultó ser María Guadalupe Valentina y Josefa.... más cuando le pregunté por Josefa dijo que Pepita era su hijita... ¿la que estaba en el velatorio?.... hizo  una pausa que lo incriminó, notando  mi cambio de humor vació el resto de cerveza de un sorbo y  con ojos desorbitados clamó por Pepita, de un saltó abandonó la mesa, paso de lado junto a Luvov que traía el imposible de hornear  y la imposible de pagar y salió a toda carrera, dejando de lado toda chance de persecución.

Tuve que llamar a un par de mis amistades mientras fornidos empleados me flanqueaban. Llegaron más molestos que bromistas y ciertamente aburridos más me auxiliaron a regañadientes a pagar. Ya estando ahí me amonestaron, mientras se tomaban una otra cerveza y coqueteaban con Luvov.

- Ya es la tercera vez que te apoyo...- me dijo uno
- En suma llevas como seis veces...- me dijo el otro que estaba enarcando las cejas y antes de que dijera que era "la última vez" les dije:
- ¿qué no ven, que olvidar es volver a vivir?

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