8 de octubre de 2012

Delito y castigo.

 

Mucha es la ignorancia de todos nosotros, pueblo cohetero, y si alguna hay culpable ha de ser la del derecho. Con una ligereza rayana en la negligencia montamos un vehículo, maniobramos con audacia sin tener idea de las responsabilidades que la ley nos achaca; lo mismo sucede al tramitar una cédula profesional, un título de propiedad o una compra a crédito. Algún preocupado vendedor insistirá en que leamos toda la letra en un contrato mercantil, no falta él que hace que lee, presumiendo que no habrá examen.

Confundimos la crímenes con delitos, asesinos con homicidas, rufianes con réprobos, defraudadores con ladrones, abusivos con ladinos, alarifes con corruptos, presuntos responsables con delincuentes y el derecho de audiencia a la enmienda Miranda; y no me parece que sea falta, pues cuando hablan los abogados de presunciones, de indicios o tipos delictivos resulta que estamos muy lejos de las condenas y cuando hablan de autos lo mismo puede ser exonerado, indiciado o a punto de purgar años de cárcel (lo que en todos casos es sentencia)

Transeúntes somos y en nuestras idas y venidas poco o nada nos enteramos de las actividades ilícitas que nuestros conciudadanos realizan, aun las propias. Son tantas y tan variadas que solo dos cosas nos salvan, el que el agraviado rara vez denuncia y el derecho al cohecho. Por ello poca gracia me hace el que se discurran en reformas a la ley, mientras nuestra actitud sea la de buscar “otra manera” de resolver nuestras necesidades.

2 comentarios:

ursula dijo...

¡Bien dicho!!!!!

TGE dijo...

Excelente!!
Que razón tienes y agrego que tristemente razón tienes.