4 de mayo de 2012

Cinco de mayo, 1862



“Esta victoria fue tan inesperada, que nos sorprendimos verdaderamente con ella, pareciéndome a mí una ficción, divagué en la noche sobre el campo de batalla para ratificar la verdad de los hechos, con el mudo testimonio de los cadáveres del enemigo…”
Porfirio Díaz




La conspicua batalla de Puebla fue un asedio al Fuerte de Guadalupe, que evidenció la soberbia del comandante en jefe de la expedición francesa (Charles Ferdinand Latrille) quien dicen nunca se recuperó de la humillación. Mucho gusto le dio a Lincoln la victoria mexicana, a sabiendas de que se aprovechaba Napoleón de la Guerra de Secesión; ¿Acaso por eso se celebra la mexicanidad en Estados Unidos?.

Los franceses pierden la batalla por carecer de artillería para destruir los parapetos y a cambio verse bajo fuego incesante de las baterías mexicanas. Aunque esta percepción parezca simple, es la que más o menos se infiere de las descripciones mexicanas, saturadas de eventos ficticios, mitos y exageraciones; como el zuavo ese a quien le volaron la cabeza cuando intentaba entrar al fuerte de Loreto (que es del todo improbable, pues no hubo asedio al fuerte de Loreto, sólo al de Guadalupe) o la carga que hiciera Félix Díaz a la retirada francesa, que fue infructuosa por tropezar con una zanja (aunque según otros relatos fue batido por un grupo reducido de la infantería).

Francisco Bulnes (historiador, político 1847-1924) no deja de calificar de “chiripazo” el acontecimiento, luego de describir las unidades mexicanas dispuestas a abandonar su posición, los soldados vía leva que se embriagaban en alcohol, el abuso de militares para hacerse de algún dinero o traficar con las municiones, todas estas actividades raras para nosotros hoy día.

La aventura francesa fue de cinco años (1862, 1867). El gobierno francés se resuelve a salir de América porque terminada la Guerra de Secesión las circunstancias en el continente dejan de ser favorables, amén de la derrota ante Prusia en La guerra de las Siete Semanas.  Así que la guerra terminó sin mucho mérito mexicano, no veo nada por lo cual ufanarnos ya que procrastinamos con mejor suerte que cuando nos esforzamos, debemos más a la negligencia que a la heroicidad.

No está del todo mal celebrar el cinco de mayo si a cambio también celebráramos el 19 de septiembre. Monterrey no es menos que Puebla, 1846 no es menos que 1862, ni Zaragoza es mejor que Ampudia, Latrille es tan impertinente como Taylor; Estados Unidos como invasor, tan malvado como Francia.  La única diferencia es que una fue victoria liberal y la otra conservadora. Los mexicanos celebramos una historia ficticia con una frivolidad que miedo da, poco importa entonces que el cinco de mayo sea celebrado o no.

1 comentario:

Enano dijo...

Excelente disertación y punto de referencia. Nuestra historia está totalmente cargada a una única cara del hexaedro regular y ahí está la falla insoslayable de la "alternancia" en el poder: haberla dejado tal y como nos la hizo digerir el Sistema de gobierno que, ahora, ya suma más de 8 décadas.