8 de marzo de 2012

Procrastinar, arte o vicio.

 

Mucho me intrigaba el modelo de dirección de mi jefe; sólo tenía dos comentarios “¿qué pasó con eso?” y “luego lo vemos”; esto lo decía casi a todos; todas las veces, prácticamente; para casi cualquier evento. Aun cuando la materia del asunto fuese importante, grave o urgente. Tal comportamiento llevo a nosotros subordinados de diverso calibre a dudar de sus métodos.

Los que habían compartido con él gran tiempo decían unos que era negligente; otros, atinado. Unos lo comparaban con no se cuantos monarcas, emperadores y dirigentes de grupos armados o sociales; otros, creían que su arrogancia o negligencia a todos nos perdería.

Armado con el poder que la ignorancia otorga, me presenté en su oficina eludiendo al cancerbero que tenía por secretaria. Frente a frente y esgrimiendo la confianza de la amistad, la fe del discípulo hacia el mentor; el aprecio del padrino hacia el ahijado le pregunté que debíamos interpretar los tripulantes de la actitud de su capitán.

- Actuar es una elección- decía con tono grave y maneras de obispo- tomar partido también es una opción.

Como todo me sonara a insensible actitud o a excusa cínica, seguí inquiriendo.

- He de pensar mucho, haciendo poco- me explicó- en tanto que deberás hacer mucho y pensar poco. Cuando algo puntual te ordene, sabrás entonces que obraste errado o equivocado.

Mucho me aterró esa frase, pues en audacia había tomado decisiones, considerando que no se me observaba, pero después de tal, entendía que habría tomado buenas decisiones hasta ese momento. No sin cierto entusiasmo persistí en mis pesquisas.

- Él que con excelencia actúa, lo hace después de maravillosa meditación; parece que la realidad se le revela como magnífica oportunidad y el observador bisoño creerá que está inspirado e intuitivo, en tanto que el que es tenaz a los protocolos se aferra, demostrando su debilidad.

Consideré entonces que bien podría atisbar el verdadero secreto, y me dijo que tal tendría un grave precio. Mi arrogancia me llevó a sugerir que pagaría cualquier cosa y me dijo:

- Sólo contrato y despido. Tú ya has sido contratado y el precio del secreto es que has perdido tu empleo.

1 comentario:

Rebeca Meade dijo...

me parecio muy ingenioso, muy bien escrito, me encantó