20 de enero de 2012

Morse

 

Aunque pareciere que nos persigue, lo cierto es que corremos a su encuentro; es destino cierto tras el alumbramiento y no pocos los esfuerzos por encontrarnos en hora última; Nuestros hábitos no parecen adelantar vísperas, cuanto completas. Que si no es por los facinerosos antes lo harán los vicios, que si no las imprudencias cuanto no menos inoportuna la funesta fortuna.

De todas las muertes sin sentido, la que acaece por defender la hacienda me parece la más irracional de todas; ¡cuanta tenacidad por acumular bienes!, cuanto más onerosos mejor, para perderlos en un asalto; Peor aun es intercambiar la vida, por nada ya que el malhechor se hará de todos modos de la cosa… Parece que el ingenio ilustra más al ladrón que al despojado, pues el que es cadáver de poca cosa hará gala, único inconsciente en el funeral.

No vale nuestro esfuerzo la vida, menos aun la recompensa del esfuerzo; Pero vemos nuestra existencia simbolizada en cuanta cosa que no es; mas aprecio debiéramos tener por los recuerdos y las experiencias que por los objetos, aunque estos puedan evocar la vida pasada… Perder la memoria es pues, como perder la vida; en tanto que la casa saqueada siempre se podrá reponer con más trabajo, o menos quizá.

Y el violento nada obtiene por cierto, sino prendas de muerte, pues acostumbrado como está a ofertar su vida, raro será que no muera a hierro… El pacífico también puede morir a hierro, más si evita la ruleta de la violencia, morirá de viejo, enfermedad o por imprudente… Sin sentido me parece el que por desprecios de otro se mutila propiciando el deceso; vanas las ideas de patrias y deberes; solo alcanzo a mirar al otro como razón válida, porque es la razón única para vivir.

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