1 de febrero de 2010

Cadilac y Búngalo

Justino tenía un oficio infame, con horario horrendo pero alcanzaba para algo más que la renta y las comidas de todos; incluso había cavilado en la posibilidad de salir de vacaciones a la playa. En su oficio se enteraba de muchos lugares a los cuales viajar; así había oído de como eran las cosas en las vegas o como podía pasársela en Puerto Rico o en Costa Rica; sabía de las playas de Colombia o de la Costa Azul... Incluso se animo para algún día mirar los Urales o el Fuji llegar a las islas griegas.

Su lugar de trabajo no eran más de veinte metros, todos tapizados con azulejo blanco; cabían, apenas los dos lavamanos, los dos gabinetes y los tres migitorios. Cuando había muchos clientes, que era diario, pero a diversas horas, había que estar muy abusado, pues si bien eran muchos los que no dejaban propina, no faltaba el que se pillara una moneda, unos chicles o un analgésico. Artículos que vendía, además de asear los baños.

Ahí, en esos en especial pasaba de todo. Cada dos o tres horas llegaba "El Cadilac" hacer negocios. Vendía, sobre todo papelería, pero en general lo que quisieran. Incluso ahí en el lavamanos llegaron a cortar unas líneas y no faltaba el que luego se fumara algo, motivo por el cual Justino estaba armado de una amplia variedad de aerosoles.

Todos los artículos salían de su bolsa: Jabones, detergentes, aromatizantes, antiácidos... y no le pagaban salario alguno. Era lo que sacara de las propinas y además tenía que colaborar con el bote pues los cantineros y los cocineros no veían al cliente, entonces había que mocharse. Por eso llegó a pensar en distribuir los productos del Cadilac, pero con el primer error y la primera paliza tuvo.

Ahí se veía de todo, había visto farándula de todo tipo. Los artistas, los deportistas... ahí "El Cadilac" por una dósis le había hecho el amor a varias clientes del lugar, a las meseras, a las bailarinas, incluso a varias de las más famosas artistas, modelos, cantantes y no faltó la que además le dió dinero, pues necesitaba más... y el cadilac no fiaba ni daba muestras gratis salvo que iniciara a alguien en el vicio.

La tira iba a comprar y a cobrar, a veces les bastaba llevarse que un churro o unas pastillas y otras veces el cadilac les daba que los quince o veinte dólares por noche. En ocasiones se quedaban ahí más de una hora, entraban por la cocina y luego subían al baño, pero siempre a un horario en que no tuvieran que esperar mucho tiempo al cadilac y que no hubiera ningún civil.

Un día llegó "El Búngalo", famoso jugador. Ese día no se le olvida a justino. Iba por el sucedáneo, que así le llamaban recién no hubo efedrina, era para durar más en los partidos, pero en Bungalo no quería de farmacia, quería del natural, y el cadilac le dio del otro. Jugó mal, muy mal y perdió el equipo. No pasaron ni dos días lo fue a buscar. Le pidió más sucedáneo, le dio y entonces el Bungalo le dijo que no le iba a pagar esa basura y el cadilac le dejo ir un plomazo.

Como en otras ocasiones, una vez que "El Cadilac" abandonó el recinto, Justino limpió toda la sangre, levantó los casquillos y le entregó al capitán todo lo que pareciera droga.

- Tírala al retrete, que ahora sí se puso feo- le dijo el capitán y entre el garrotero, el capitán y un mesero se la pasaron diluyendo la mercancía para que no se quedara en las cañerías y arrojándolas en las pocetas.

Pasó un buen rato desde que los ambulantes retiraron el cuerpo hasta que llegó la policía a recabar información, tomar fotos; de los primeros detenidos fue Justino que estuvo un rato largo en la patrulla, aunque sin ser esposado. Luego lo remitieron para la agencia investigadora, donde fue sujeto a continuos interrogatorios

- ¿de qué discutieron el Cadilac y el interfecto?- preguntó el oficial
- De deportes- contestó Justino.

No hay comentarios.: