
El hoy conocido World Trade Center, Ciudad de México fue antes parque, y luego predio para la construcción del Hotel de México, que a fuerza de no estar listo para los juegos olímpicos quedó inconcluso. De la celebración de los Juegos Olímpicos se dijo en los medios de comunicación que era de maravillar la capacidad de improvisación que teníamos los mexicanos.... Por aquella época tal adjetivo era elogio y por una buena cantidad de años nos dedicamos a improvisar.
Se instaló entonces un restaurante improvisado en la punta del Hotel de México, que tenía, entre otras atracciones un ajedrez donde cada país era una pieza (síntoma del planeta bipolar en el que se vivía en aquel entonces), y un restaurante giratorio, un bar y una discoteca. Como estaba improvisado todo este atractivo el ascenso era de idéntica condición y conforme se subía era uno testigo de corredores y pasillos obscuros, grises a fuerza del concreto y con terribles corrientes de aire, que hacían exclamar a los diversos pisos frases silbadas como: ¡fuuuúúúúuuuuuu!, situación esta que improvisaba nuestros miedos.
También se improvisaron oficinas, en los pisos donde alcanzaba para la instalación eléctrica, telefónica, la hidráulica y la colocación de vidrios para evitar la neumática y la hidráulica provistas por la naturaleza. El predio estaba lleno de allí donde no había montículos y aun así servía de improvisado estacionamiento, para los espectadores que se gozaban viendo a Carlos Ancira y sus monólogos del “Diario de un loco” y luego se enfrentaban a sus alucinaciones en los obscuros sótanos donde también se abandonaban vehículos y que fueron testigos de cuanto crimen pueda imaginarse o improvisarse.
La comunidad que ahí trabajaba por boca de vecinos, trabajadores y uno que otro cuentista dieron rienda suelta a historias de terror, donde se aseguraba que en el otrora Parque de la Lama ocurrieron homicidios de niñas y sus espíritus horrorizaban a los transeúntes con sus apariciones. Otros decían que existió un panteón y al ser movidos los difuntos los espíritus protestaban por las molestias del edificio. Junto al puesto de quesadillas, o en la fonda que estaba en la calle de Chivatito, en la cafetería o en las largas travesías alrededor del predio se contaban historias diversas de espectros, así como de asaltos, ataques sexuales y homicidios que ocurrían gracias al salvaje entorno que improvisadamente exhibía esa zona.
La reja diseñada por Siqueiros y que rodeaba todo el predio fue objeto del vandalismo, hecha de fierros de desecho, las láminas más grandes se usaron como improvisadas techumbres y los baleros, engranes y demás artilugios o se hicieron máquina otra vez, o juguete o improvisada arma.
Era el inicial otoño y era el viento dueño de cualquier páramo y la colosal construcción provocaba un vórtice que hacía las delicias de los mirones ya que un grito escandaloso era señal de que se levantaba una falda hasta dejar a su víctima como un paraguas cerrado o bien arrancaba blusas; se llevaba sombreros y lo mismo las tareas administrativas garabateadas en un documento, por lo que no era raro ver a una chica despeinada y medio desnuda correteando documentos en la calle de Chivatito.
Un día como esos veníamos de festejar el cumpleaños de Ligia a quien llamábamos Li, por la tendencia que tenía a interrumpir nuestros onomásticos, (por lo que Rodrigo fue Rod y Ricardo fue Ri...). En aquella época toda celebración se hacía con generosas porciones de comida y de bebidas, y con la necesidad de recuperar los vehículos regresábamos hacia el faraónico rascacielos en una noche de pleniluvio... Ya no recuerdo que conversábamos cuando un silbante ffffuuuúúúúuuuuuuúúUÚÚÚÚÚÚúúúúúúúuuuuuu nos interrumpió y las palabras que decía Lí se fueron, se extinguieron, y al ffffuuuúúúúuuuuuuúúUÚÚÚÚÚÚúúúúúúúuuuuuu, se acompañaba un RiiiiiIIIIIIIiiiii y un RooooOOOOOOooooo, y luego un grito pidiendo ayuda. Para nuestra sorpresa a Li no se le había vuelto la falda, ni la blusa se le había escapado, pues escarmentado en cabeza ajena se hizo de un ajuar que contrarrestara el efecto del viento, tan bien lo hizo y tan delgada y menuda era que su ajuar era un papalote y sus huesos la estructura y así se empezó a izar por los aires.
Y Ri y Rod gritaban LiiiiiííííííííÍÍÍííiiiii y Li gritaba lo mismo Rod, que Ri y el viento Fu y mientras Ri colgaba de su pie izquierdo y Rod del derecho Li iba escalando unos centímetros cada vez y discurría para mis adentros si mantenerme en esa experiencia de la insondable física que nos podía llevar a lo más alto, pero también arrojarnos con fuerza hacia el duro suelo o bien soltarme y dejar a Liii y a Roood estrellarse en algún espectacular, y mientras tal a hacía RoOOOOooood se soltó, no se si persiguiendo el zapato que era francés y en lugar de caer, RoOOOood voló y fue entonces que miré a LiiiIIIiiiii y por alguna falta de sentido común asintió y la solté y voló y volé.
Fue un cumpleaños muy volado.
3 comentarios:
Creer en algo implica también tener la fuerza para sostenerlo, no sólo la fuerza, sino la congruencia
vital, escasa en nuestro tiempo, de ser coherente entre lo que se piensa y lo que se dice y todavía
más escasa y quizá especie en extinción, la congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace.
letras elegantes, bellamente colocadas en el tiempo y el espacio, se pueden ver las escenas que tu logras con los ojos de la imaginación.
bellas letras colocadas con elegancia en el tiempo y el espacio que nos invitan a saborear una y otra vez la lectura, se pueden ver correr las escenas una a una , cuando compartes deliciosamente lo que los ojos de la imaginación te permiten ver.
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