Por Ricardo Meade
De sobra esta decir que la velocidad de un triciclo no es comparable con una bicicleta, todo mundo lo sabe y aun cuando es más cómodo que un patín del diablo, este último puede ser también más ágil. La lentitud trae consigo la posibilidad de contemplar el paisaje y dado que el triciclo suele contar con estribos para un pasajero, también sobra decir que tal accesorio permite la compañía y la conversación.
Son entonces más sociables los que poseen un triciclo por encima de la extravagancia de los vehículos individuales; patines, patinetas, bicicletas sin diablos o sin carro al lado, estos y otros medios de locomoción de golpe y porrazo se olvidaron del prójimo que tan noble y generosa presencia está en disposición de ofertar.
Y aunque el peso del pasajero pueda ser alto, también acontece que bajando el pie para dar impulso, el triciclo tiene una posibilidad que ninguna bicicleta, por sistema de cambios de poleas que tenga y es que el triciclo permite que dos colaboren para llegar a puerto y eso lo hace entonces divertido y siendo que comparte la propulsión el que dirige no debe evitar entonces ser apoyo y sobre sus hombros va el que colabora, y a la vez el conductor está en las manos del compañero.
Delicia ésta del triciclo que cuando lento, procura la contemplación y si raudo, es por que facilita la colaboración y con ella se aprende a ser líder y también se gana mucho; pues el que propulsa como amigo también podrá advertir la aparición repentina de algún obstáculo o mejor… la presencia amistosa de algún otro compañero o bien señalar donde se hayan las vituallas, los dulces o lo que sea menester.
Existen los carros de pedales y aun los que dependen de una pendiente para deslizarse, y pueden equipararse a los triciclos, y es ahí donde sea por gusto o por verdadero arte, que la elegancia de las líneas de un triciclo supera con mucho estos remedos de un automóvil, pues los que son impelidos por una fuerza extraña siempre entrañan un riesgo difícil de convocar, en tanto que el triciclo siempre estará en proporción exacta de quien conduce.
Por tanto, son bellos y favorecen las virtudes de convivencia humana, los triciclos son siempre, además, punto más que juveniles: Son deliciosamente infantiles… y es una pena que no los hagan para adultos. Esta última, pensándolo es una verdadera desgracia, pues abandonamos rápidamente este primor de andanza, cuando mucha falta veo yo que nos hace aprender a dirigir, saber ser llevado, aceptar los momentos con su propio ritmo y brindarse al camino en la medida personal, la propia de nuestra fuerza...
2 comentarios:
Curioso, hoy leí el cuento y ayer le compre un triciclo a María. Ella hoy le dió un paseo a una de sus muñecas, a un carro y a un juguete más.
GMC
No había pensado en triciclos para adultos... pero bien visto, sería raro y divertido. Será acaso el temor a "parecer infantil", cuando lo de moda es "ser joven", lo que ha impedido a alguien desarrollar la tecnología...
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