Hay noches oscuras y más; Esta era la peor de todas. Había una espesa niebla y además llovía.
Tumultos de pedestres intentaban moverse así que entre empellones intentaba avanzar a mi ritmo, todos con marcha cansada apenas permitían que uno pasara. Los vehículos sufrían de la misma lentitud aunque eran los obstáculos humanos y de otras máquinas los que afectaban su velocidad.
Todos pensamos que tenemos ideas geniales, que somos audaces; dejamos a los demás asombrados... creemos... el automovilista en cuestión era de esos. Portaba lentes para sol (en esa noche oscura, con lluvia y niebla) y se asomaba gesticulando y arengando a los que pie nos movíamos. La muchedumbre le abría paso, mansamente o con alguna imprecación:
- ¡Muérete maldito!
Así todo se aproximaba amenazante, no parecía caber sensatez alguna en su cabeza. Había decidido avanzar por ahí y se movía implacable, inmutable, inexorable... aunque lento, como dando oportunidad a que uno se moviera.
Me le quedé viendo apelando a los rastros de humanidad que pudiera tener semejante ente.
Nada, gestos y maldiciones...hacía sonar una estruendosa bocina, como de tractocamión.
La defensa del vehículo tocó mi pantorrilla...
Empezó a empujar.
Me enojé y pensé ¡Ah , sí?, ¡pues... órale!. Con movimiento ágil busqué el control remoto del televisor y empecé a mirar una película... ¡Es lo mejor en contra de las pesadillas!
Moraleja: No cenaré comidas de difícil digestión.
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