¿Quién llora a las personas que mataron y luego arrojaron al río?
No se si existen esos dolientes y quizá no sepan que está muerto el muerto.
Siguen como zombis patéticos esos amores traicionados por la inexistencia; el objeto de sus deseos es una carne maloliente, en un río deleznable.
Ya daba pena morir en la calle;
causa pena mirar un occiso ahí en la banqueta, sin aliento... Pero a lo mejor hay un testigo conmovido; por los muertos del río, no hay conmovidos.
Es horror eso de ahogarse en un lugar público, con un pedazo de carne o un mendrugo de pan sin que el pariente sepa qué hacer... Y hasta el mesero andará contando el infortunio; pero de los muertos del río, nadie habla.
Y hay quien teme morir de viejo, enfermo, decrépito y enmohecido aún en vida... Como esos ancianos que se van desgajando de apoco... a lo mejor una nieta le reza; ¿quién reza por los muertos del río?
Aunque luego dejan por ahí al viejito en su silla de ruedas a media calle, peor que a perro... sin más duelo que salir corriendo. Porque era caro mantenerlo o porque era imposible el pinche anciano. Aunque algún acomedido le preguntará quien le abandonó ahí hasta la muerte. Un vecino molesto verá que la autoridad disponga del viejito; ¿quién se molesta por los muertos del río?
Hay por ahí, en una ciudad o en un pueblo, alguien con el amor torcido o son todos esos cuerpos del río tan olvidados como la basura que les rodea en esas aguas... aguas negras, aguas de luto, aguas de olvido.
¿Quién llora por las personas que mataron y luego arrojaron al río?
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