14 de diciembre de 2014

Visita del dos mil catorce a Nra. Sra de Guadalupe

Saliendo con entusiasmo saludo hasta a la de los tamales, que intuye que visitaré a la virgen y se alegra de saludarme; Los que salen de trabajar por vigilar o cubrir turnos me saludan también y hasta las jóvenes agraciadas me han devuelto el saludo, ejercicio ese de saludar a todos que interrumpo en Calzada de Tlalpan pues merece toda mi atención el tráfico vertiginoso de la mañana, quizá únicos instantes donde los automovilistas no están estacionándose.
La Calzada de Tlalpan lleva, entonces, intrépidos pilotos de autos, camiones y motocicletas que prefieren circular por la extrema izquierda, en el entendido que los que van lentos tienen que ir por la derecha, aunque casi todos consideran que van rápido, lo que provoca una gran comodidad de trasladarse en bicicleta en ese carril.

Miras giros de negocios que no observarás deambulando a pie o en auto, y te quedas pensando quien compra persianas o cortinas de acero para tiendas o atuendos propios para los bomberos... Por qué todas las tiendas de un giro tienden a estar contiguas, unas de otras: tres o cuatro que ofrecen sillas de ruedas, también son varias las que venden muebles de oficina, las que ofertan lonas y carteles están todas reunidas, lo mismo sucede con cafeterías y aun las que venden gelatinas a la entrada de las estaciones del metro están reunidas.

Los minutos, la distancia y el lugar céntrico concurren y cada instante hay más ciudadanos y establecimientos abiertos, unos barriendo o lavando, otros preguntando con timidez si ya está abierto el restaurante; se distinguen los habituales del ejercicio por los de primera vez, unos atléticos y los otros fornidos.

Y como siempre los trashumantes matutinos que buscan consuelo a sus excesos y vicios pululan desde Santa Cecilia (o quizá a esa hora solo sea Garibaldi) y los establecimientos que pudieren confortarlos aun no se sacuden las sábanas, por ley civil o por la natural. En tanto los golpeados con alguna asistencia o los desubicados caminan buscando un punto de referencia para seguir errantes, y algunos se compadecen para orientarlos, no sin cierta suspicacia del auxiliado.

Ya para Calzada de Guadalupe encuentras devotos expertos y bisoños (los que no aciertan a saber donde empieza el Rosario) y negocios que lindan en la simonía, los vídeos del Papa y toda clase de versiones de la imagen de Nuestra Señora  en tazas, camisetas, cuadros...

Ya en la nave de la Basílica hay asistentes de toda clase: los que barren y trapean una y otra vez, sin inmutarse por el servicio religioso en curso, los que abren y cierran puertas: que no pase la luz, que pase el aire, que no entren personas por ahí y que entren por allá  y hay pasillos especiales para los dignatarios o los distinguidos de una orden o de un grupo y tales restricciones me molestan que para mis pulgas que entre los creyentes hay quien cree que también clases. Pero a los que somos cristianos estándar apenas nos incomodan los modos medio groseros ("por aquí van a pasar los ministros"). Y a mi no me importa, yo oro y a todos saludo y no hay peregrino que no te responda, así hable en koreano aunque no hagas migas.
Salir de este ligero ambiente religioso nos trae el bullicio callejero casi de golpe, tan así que parece que no rendiste frente a la Virgen, aunque te miran pinta de peregrino con todo y tu vehículo, por lo que casi no te resistes a saludar. Hay creyentes malhumorados que querían estar desde ayer y van presurosos a la misa que termina, en lugar de esperar la que comienza, niños azorados que no acaban de entender la prisa y se desesperan porque quieren jugar, aunque siempre tengan tiempo para el juego.

La Avenida de los Misterios está hecha para el rezo a pie, a buen paso alcanzan diez Ave María y hasta una canción, pero aun al paso no coinciden con la velocidad de la bicicleta así que ando en la letanía lauterana ya sobre el Eje Central.

La autoridad está decidida a molestar el paisaje con artefactos más propios de otras latitudes y en el imaginario de los hombres de izquierda la nieve es navideña, y las esferas, y los deportes, pero no Cristo, ni los nacimientos, ni los pastores, así que tiene uno que hacer esfuerzos para imaginar la plaza con la sola presencia de los edificios, esfuerzo mayúsculos cuando se cae en cuenta que si no es por lo cívico, es por la protesta, total que la plaza nunca está bien dispuesta.

Y en esta distancia que es de veinte kilómetros y más se figura uno en la máquina del tiempo, conforme se aleja uno del Zócalo las edificaciones son más modernas, hasta regresara al siglo XXI que de ese hay aun poco, considerando.

Y ya tornando aires más conocidos afuera de los hoteles de paso las personas de Portales siguen haciendo por el pan de cada día (empezaron desde la noche de ayer y siguen en la esquina obsequiándose por dinero y ya es tarde para ellas o temprano para los parroquianos.

Ya cerca del terruño es un desastre el tráfico, unos por vender entradas y otros con la expectativa de comprar entradas del partido de mañana, ya que será la "Gran Final", que no es tal, pues el próximo año volverán los gladiadores al circo, pero con tal pretexto hasta los peatones cometen infracciones de vialidad en las inmediaciones del Estadio, situación que no evita me compre unas mandarinas, para completar el almuerzo, que aun no atisbo, pero que ya huelo.






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