28 de marzo de 2014

Es Genoveva fuente de mi felicidad

Una parvada de canoras le rodeaba, flores multicolores brotaban a su paso y aun cuanta habida de que no hubo lluvia, el arco iris era parte de su encanto; conforme se aproximaba a las personas estas percibían una música en ritmo alegro y la sonrisa descomunal era solo más pequeña que el fulgor intenso de sus ojos.

Tan sumidos en las convenciones eran sus prójimos que una pensó que tal tono festivo era producto de un alumbramiento; otra pensó que habría culminado el periodo lectivo de un doctorado o una maestría, al menos; los envidiosos creyeron que sí le habían dado un aumento de sueldo, necesariamente inmerecido; o bien que se hubiere sacado un premio en una lotería o la gran cosa en alguna rifa.

Aunque se llama Genoveva, y el nombre me encanta, todos le mentábamos “La lilí” en alusión a que bien pudiera ser habitante de la isla ficticia inventada por Juanito Rápido (Su madre le puso Jonhatan Swift*, pero ¿quién le cree?) y es que con zapatos de tacón apenas rebasaba la frontera  del metro y medio, sin ellos su copete apenas lo alcanzaba.

Era menuda y la naturaleza le había negado encanto alguno, ni los ojos o la nariz… bueno hasta las uñas eran un desastre, a cambio su gusto por la ropa era ordinario y estaba persuadida de adquirir cualquier trapo desdeñable siempre y cuando se vendiese en tienda comercial o dijeran en los medios de comunicación que tal despilfarro era de moda. Cosa muy distinta era su carácter, el cual pudiere ser considerado extraordinario;  aquella pequeña urna solo incubaba prejuicios y apelativos ruines y si algo era de admirar es que esas grandes y malsanas intenciones cupieren en ese pequeño cuerpo.

Mirarla tan jovial y entusiasta solo podía incendiar mi suspicacia y si otros pensaban en su buena ventura yo me imaginaba el peor de los escenarios. Alguna víctima de sus fechorías estaría por ahí llorando una pérdida o preocupada por una amenaza; pudiera ser que esta pequeña bruja hubiere cometido un robo, o un homicidio… ¿quizá habría desparramado infundios, injurias y difamaciones? O quizá solo se enteró de un mal universal, y es que estas pequeñas criaturas disfrutan como ninguna los desastres que a todos horrorizan.

Es la modestia el menor de mis pecados, uno realmente feroz y mordaz lo es la curiosidad. Solo por enterarme soy capaz de fingir aprecio u otra ideología. Si la hipocresía me sirve para atisbar la biografía del ser más simple, no les asombre que la usaré y bien pago el precio de los rumores que la muchedumbre suelte que si me puedo enterar, capaz soy de ser lambiscón, aunque jamás pagaré por un secreto, así se pueda cobrar.

-Genoveva- me aproxime con mi mejor sonrisa- ¿qué cosa buena pasó en mi vida!- le dije a modo de saludo.

- Seguro un instante de paz. Tus achaques aunque sean menos dolorosos en estos momentos, no tengas duda que volverán.

- ¡Tan simpática mi “Geno”!- me engullí el agravio casi sin que advirtiera mi enojo- ¿eres tan ocurrente siempre?

- Si a mí no me ocurre nada, a ti todo te pasa- me dijo mirándome de arriba abajo, cosa que le tomaba su tiempo y por tales barridos, estoy seguro que se mareó- nada más estamos esperando que te diagnostiquen el cáncer, que lo tauro ya nadie te lo quita.

- Mira si lo sabes tú que debieras ser de acuario, pues de capricornio te pasas, pero no te busco para molestar, sino para enterarme de esa felicidad que desparramas.

- ¿qué otro gusto no he de tener- me dijo sincera- que es viernes y al menos por dos días no te veré a menos que te mueras en domingo?

- ¡Que linda manera de pensar!- no pude menos que concordar- si evitar la molestia es media alegría, que por dos días no verme incomodado por tu presencia, es de seguro una gran fiesta.

Nos dimos la espalda sin despedirnos, creo que la dejé confundida con mi glosa, pero no entretuve en esa consideración, sino que noté que una bella melodía me rodeaba, que los aromas de hermosas flores me circundaban, miré un arco iris y si creo que aves revoloteaban, las bestias me hacían reverencias y por lo menos dos días no sabría una nada de la pequeña Genoveva, fuente de mi alegría.

*Jhonathan Swift es el autor de la célebre novela "Los viajes de Gulliver"

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