13 de enero de 2014

Los miércoles, ya no son lo que fueron.

Dedicado a mi amigo J.C. Hernández

Tener vecindad con un restaurante de clase mundial es, en el mejor de los casos un dolor de cabeza, una invitación diaria al insomnio y una causa de colitis o de úlcera. Cada día del año algo en esos recintos celebran con el mismo repertorio: bautizos, casorios, presentaciones, quince años, debutantes, graduaciones, titulaciones, fiestas de guardar y días dedicados a alguna profesión, sin olvidar infancia, feminidad, masculinidad, estados intermedios y metamorfosis de condición, mascotas y triunfos deportivos.

El colmo me pareció el realizar fiestas por las enfermedades. Si eres parapléjico o canceroso, tienes una condición cardiaca, tu hijo es espástico, o tu abuelo es incontinente... ¡hay que hacer fiesta!, convocas a un cantante al menos o unos malabaristas, un perro que haga suertes o un gato que  camine en una cuerda; ríos de bebidas embriagantes y exceso de viandas, en definitiva a las personas se les agotó el cerebro y todo es bailar, comer y beber. 

En algún momento de la historia de este país solo los sábados eran ocasiones para la vida licenciosa, antes habría que ganarse el pan o guardar las formas y los domingos empezaba la vida familiar asistiendo a misa. El comunismo logró la semana de cuarenta horas y los excesos comenzaron el viernes por la tarde. Patéticos excedidos en alcohol amanecían ya el sábado o el domingo.

Por una razón de mercadeo el jueves se hizo rubí y bares, restaurantes y cabaretes se llenaron desde ese día, y ya es la ocasión que ofertan miércoles con horas amistosas o se obsequian botellas a quien demuestre que es su cumpleaños.

Ya había terminado ese aquelarre al que llaman época navideña y uno pensara que los últimos occisos del año justo concurren para la epifanía; pero el restaurante en cuestión no cesaba en festejos y hasta creo yo que habría homicidios pues hasta detonaciones de armas se escuchaban.

Sufriendo los estragos de una vida estresante por los apuros económicos, las amenazas familiares y la decepción crónica en los políticos tengo que añadir una pobre calidad de sueño. Decidí que la bonanza de tal lugar debía tener consideración para con sus vecinos y dispuesto a ser tratado con respeto me disfrace lo mejor que pude de ente fiestero y a buena hora me presenté en el vestíbulo del lugar cuyos empleados llaman pomposamente foyer y que consta de un podio donde un grupo de anfitrionas visten a la moda y casi  con decoro.

El lugar estaba todo reservado para festejar el día del enfermo de venas obturadas por efecto de una reacción parasimpática. Me pidieron mi nombre y noté excesiva reverencia y asombro. La mejor dispuesta de las anfitrionas me tomó alegremente del brazo, sin solicitar asunto y mientras atravesábamos el salón saludaba como si tal cosa. Las mesas estaban dispuestas de modo tal que todo comensal pudiere ver una mesa, colocada en alto y hacía esa zona me llevaba la señorita. Varios meseros estaban montando guardia y con ceremonia y arabescos ademanes la empleada quitó un identificador y puso uno al centro, invitándome a sentar. Así lo hice.

Estaba solo en esa inmensa mesa, y mi nombre con una sola letra de error estaba ahí saludándome. El mesero puso frente a mi un whisky que parecía tener la edad de mis hijas, lo agradecí con el habano que también me ofertaban. Mientras esto sucedía meditaba la manera de salir de esa confusión, alcanzar la gerencia y depositar mi queja, cosa que iba a realizar apenas me terminara el trago.

No había mojado mis labios cuando un fuerte contingente de invitados llegó. Pude reconocer a celebridades, personas dedicadas al gobierno, los medios de comunicación y empresarios conspicuos. Mi situación era crítica, cualquiera reconocería que no era yo la persona que me ostentaba. Iba dejar, lastimosamente medio vaso de excelente aperitivo.

Ya estaba de pie, cuando el primer convidado me llamó por mi nombre de pila. Me abrazó, me besó ambas mejillas y recitó un breve discurso de admiración y reconocimiento. Apenas salía de mi azoro, cuando una artista hizo lo mismo, cosa que logró me entretuviera lo suficiente para pasar a la siguiente personalidad y después de quince saludos y ya dispuesto a identificarme, un conocido actor tomó la palabra y me presentó (con ese error, ahora prosódico).

- Por vez primera el inspirador de nuestra organización y fundador de las fundaciones hoy nos acompaña- decía el locutor- y ardorosamente le suplicamos nos dirija un mensaje

El auditorio batía palmas, yo no sabía de que fundaciones hablaban, ni el acaso de su presencia. Tan solo el mio, que era la queja... con el poder que la ignorancia y el cinismo me daban, con paso firme y decidido me aproximé al podio, comprobé mi distancia al micrófono (una cuarta) y despreciando unas tarjetas que me acercaban me dirigí a la audiencia, sabiendo que mi destino sería patético pero llamativo.

"Prestigiados miembros del presidium, autoridades, bienhechores y amistades del movimiento. Estoy ahora con ustedes pues no puedo conciliar el sueño. Cuando no es día del hambriento, lo es del sediento; otras ocasiones recordamos a los alienados o a los imigrantes; sigue la batalla por la emancipación de la mujer o por la libertad de expresión; Son muchos los países que aun no cuentan con democracia o peor aun, sus pobladores viven sometidos bajo el yugo de una tiranía irresponsable que lo mismo impone o incluso masacra.

"La nuestra es una convivencia frívola, nos mantenemos festejado fiestas religiosas, patrióticas o sociales sin meditar su sentido último; nos dedicamos a obsequiar sobrantes y lo peor: a bailar, beber y regocijar sin considerar a los que no pueden dormir.

"Hago un llamado a todos los aquí reunidos y a los que vendrán en días subsiguientes para que colaboremos de manera decidida, contundente y eficaz; que las personas puedan dormir permite que trabajen mejor, consideren a su pareja, eduquen a sus hijos y traten a sus conciudadanos de manera respetuosa. Muchas de las calamidades que veo que suceden tienen su origen en la falta de sueño. Ocho horas de descanso requerimos."

Una ovación tronó en el auditorio, los comensales de la mesa principal se aproximaron a saludarme, cosa que hice con los más próximos, mas me decidí a salir del salón. Conforme avanzaba entre las mesas me tocaban la espalda, me besaban la mano, alguna se me colgó del cuello... finalmente me desembarace de todos ellos y salí casi corriendo, logrando evadirlos del todo.

Aquella noche dormí como un bendito y ya estaba pensando en otro discurso para el siguiente evento, mientras acompañaba mi café con las noticias del día, casi arrojo mi primer sorbo a la mesa cuando escucho a través del radio:

" (Mi nombre con el error, o el nombre correcto refiriéndose a mi) fundó ayer la asociación a favor del insomne en el marco de las festividades de los enfermos con afecciones cardiovasculares, por lo cual cada miércoles....

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encantó!!!1