Por Ricardo Meade
Marzo, 2006.
Franqueé el vano de la logia, mostrando mi grado y haciendo el paso de maestro, pues siendo profanos a mi clase no podían conocer ni el saludo ni el paso del supremo pontífice, de inmediato las miradas toscas se mostraron amables y serviciales, pues todos ellos notaron que había alcanzado el grado máximo, el treinta y tres. Diligentes me llevaron hacia el salón de en medio, que es el de maestro el cual está decorado de cortinas negras y lágrimas, en este caso de plata, como las calaveras y los huesos donde estaba Don Lerdo de Tejada, heredero de los trastos de Juárez (la dirección del supremo oriente mexicano y la presidencia de Los Estados Unidos Mexicanos), fundador de la logia; apenas se fueron los sirvientes pude hacer el paso del grado treinta y tres, pues sólo los iniciados lo conocen, Don Lerdo cambió a presto, y su tono me trató como igual. He aquí que intercambiamos los saludos formales y me pasó a un salón adyacente, donde pudimos conversar con la seguridad de no ser escuchados por artilugio alguno o muro falso, los cuales abundan en los salones medios de las logias.
Mis conocimientos sobre el arte son hartos y sobrados, por lo que pude certificar que el salón era quieto y sólido, aun así me acerqué a la mampostería y con el bastón di golpes estratégicos, donde merecía hacer una doble conjetura. Al fin accedí a los licores y el presidente de México, a lo menos en papel, me inquirió sobre los asuntos que ocupaban mi visita, mientras tomábamos reparo en confortables butacas, dispuestas para el caso.
- Nada que no pueda preocuparle
- No veo entonces el apremio de la cita y lo inconveniente de la hora- dijo mostrándome un excelente reloj, aunque aun de cuerda
- El licenciado Juárez- dije enfatizando la palabra licenciado- sigue en pie, y demanda se cumplan los acuerdos, por lo cual habrá usted de ocuparse
- Don Benito…- susurró – murió hace unos días de angina de pecho
- Esa es la primera parte del convenio- le enfaticé la palabra “primera”- Él está en Colombia, pide los honores de Héroe en las exequias…
- ¿Héroe?- Dijo Lerdo con desconfianza- ¿Está en Colombia?, ¿cómo será eso si ha sido velado y nos preparamos para sus funerales?
- No dudo que aunque usted ha alcanzado las patentes de supremo pontífice pero aun no tiene la ciencia, sepa usted que en nuestra fraternidad hemos alcanzado conocimientos astrales significativos, el licenciado ha transmutado y… digámosle así… usted vela solo vestimentas…
- Mmm- Lerdo se incorporó de su asiento, y aunque demostraba aplomo gruesas gotas de sudor surcaban ahora su frente, y hasta la levita se empezó a humedecer.
- Veo que duda- mientras busqué entre mis ropas un aparato que convenientemente portaba, un espejo y un tipógrafo parecido al que se inventaría muy pronto para escribir en casa, pero estos de tamaños extremadamente pequeños.
- ¿Qué es eso?
- Una manera de comunicarse con el licenciado Juárez, le manifesté- escribí con la soltura que me brindaba el constante ejercicio sobre la máquina en cuestión, escribí el salvo conducto de Don Benito, y cuando logré la comunicación cosa que pareciera magia para los no iniciados, pero para mi común y simple… apareció la imagen adusta del querido presidente
- Es una fotografía, por cierto, con pésimo arte- dijo Lerdo
- Póngase sus espejuelos, pues veo que los necesita
- Sólo para leer- contestó molesto
- Colóquese los espejuelos- ordene y saqué levemente el verduguillo que escondía el bastón, el reflejo del acero convenció a Don Lerdo, se sentó a mi lado…
- Licenciado Lerdo- dijo el Benemérito- ocupa usted mi puesto, pero la conversación que ahora sostengo con usted ya la he realizado con el General Díaz, tiempos de modernidad se acercan, así que es necesario que siga mis instrucciones a partir de ahora a través de este artilugio, caso contrario será derrocado…
Lerdo se levantó con la mirada extraviada, quiso acometerme con una vieja arma, aun de chispa, por lo que no me fue difícil desarmarlo utilizando las artes aprendidas en la ignota China, mientras me hacía del aparato para comunicarse con Juárez le reconvine:
- Este país se llamará todo Juárez, Escuelas, Ciudades, Empresas, y finalmente el país completo será la República Juárez... ¡No habrá espacio para usted!
- Aunque sea un espacio Chiquito- suplicó ya de bruces
- Le concedo que haya un “Lerdo Chiquito”.
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