-¿Qué tanto piensas, Graciela?- preguntó Efrén
“Seguramente hay mujeres mejor entrenadas que otras, supongo; No tiene nada que ver si una fue hija única, la primera de varias, la última de muchas o el sandwich entre demasiadas. El caso es que, cuando una llega a ser progenitora y luego abuela es muy probable que las que nos entretuvimos en hacer media carrera profesional, también llegamos a medias en la política ínter- familias cuando además una procrea sólo hombres y ha sido bendecida con un esposo huérfano.
“Tuve tres hijos y aun cuando domestiqué férreamente a mi marido, cierta profunda y energética debilidad hacia ellos los convirtió en hombres muy consentidos y de paso mi marido fue ajustándose a una fraternidad que llegó a los bordes de la camaradería.
“Pronto supe un sinnúmero de minucias culturales que una apenas se imagina que puedan existir y no pocos códigos dentro de la barbajanería masculina que acaba por ser tan familiar, que luego una se descubre soltado frases lapidarias y pedestres; incluso algunas con contenido lascivo, altamente inconveniente
“El desequilibrio en mi formación fue evidente seis meses después de que se casara mi primogénito, Efrén; mi nuera, Eugenia, llamó pidiéndome de forma lastimera y dramática que les permitiera pasar la víspera de navidad en casa de mi consuegra, o sea de su mamá. ¿Quién iba a pensar la cantidad de maniobras conocía esta pequeña sinvergüenza?.
“Cuando nos visitaba siendo apenas novia era toda amabilidades, deseosa de colaborar y no faltaba ocasión en que se interesara en cuantas actividades manuales y sociales me entretenía, y me decía con la mirada directa a mis ojos que era como una segunda madre para ella. Debo admitir que no era del todo deshonesta en este sentido. Estaba condenada a ser una madre segunda, incluso para Efrén
“En principio me opuse a sus peticiones, pues después de la noche buena vino la noche vieja y no por otra razón sino por esa intuitiva resistencia tan útil y tan femenina, pero mi nuera parecía centro delantero del club deportivo Necaxa, se tiraba al suelo al sentir la más tenue brisa y lloraba cual Magdalena, apelando a una serie de tradiciones que para mi, eran francamente desconocidas. Algunas de las actividades de la familia de mi nuera era la de adornar la casa, justo ese día; cocinar algunas delicias mexicanas tales como buñuelos y tamales, donde todas sus hermanas participaban y su abuelita (que quizá fuera la última nochebuena que pasara con ellos) cantaba villancicos acompañada por el piano.
“Semejante programa no me convenció tanto como la cantidad de argumentos que se repitieron para la noche vieja, lo lamentable del asunto es que las fiestas de “la bien nacida” era que se abusaba de tal manera de la vigilia que tanto para el día de navidad como para año nuevo mi hijo estaba tan cansado que ya no quería salir de su casa.
“Luego me vine a enterar que muchas de sus llamadas tradiciones, eran nuevas ideas y algunas acabaron en invenciones, pues según mi hijo no pasaba todo lo que Eugenia decía, quizá pasó antes, pero no todos los años, no todas las veces
“Como pude me las ingenié para que el cumpleaños de Efrén se celebrara en mi casa, pero sólo fue el primer año. La llegada del primer nieto, que además fue mi primer nieto, obstaculizó cualquier invitación y resultó que si quería ver a mi hijo en día de fiesta o feriado, era una complicación tal y un dramatismo que obligaba a mi hijo a pedirme “Sólo esta vez mamá”, sabedora la embaucadora de mi nuera que no le iba negar petición alguna a mi hijo.
“Desde entonces es lo mismo cada año y así resulta que todas las celebraciones en casa han pasado a realizarse el “día después”, teniendo como único consuelo la bonachona cara de mi esposo Efrén que me dice que me calme: “Tranquila Graciela”... ¡Tranquilina su abuela!.
“¡Ojalá hubiese tenido suegra!, ¡Algo habría aprendido!.
-¿En qué tanto piensas, Graciela?- preguntó nuevamente Efrén
- En la boda de Facundo y la buena de Alicia
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