12 de diciembre de 2007

El Coco

Quizá fue alguno de los conquistadores españoles, quizá fue en la desembocadura del río Grijalba o en las costas de Veracruz... Vio las palmeras, miró los frutos... Se acordó del coco y conjuró su presencia en América. Eso resuelve el que no sea el buguiman o el hombre bugui como lo conocen en Escocia o en Estados Unidos. Lo cierto es que todavía era un país donde los asentamientos se llamaban con un sólo nombre, cuando los críos empezaron a perder. Sobre todo los que no dormían... Se los llevaba el coco.




Dicen que El Coco se robo los hijos de la llorona, y ya en la Nueva España atraía a los hombres, pensando encontrar a El Coco, para vengarse y entonces la llorona se llevaba a los hombres y El Coco a los niños que no duermen.




El Coco sale todavía después de las once... En otros siglos salía desde la siete de la noche, pero con el cine, que va con el televisor, sonar ahora con el reproductor de música digital... Y con el chismorreo en las computadoras.... Los niños no alcanzan el sueño sino casi al terminar el día y La Llorona pues anda saliendo hasta el amanecer.




El Coco ha tropezado varias veces con los noctámbulos que buscan diversión y placeres, se lo han llevado de parranda ya muchas veces, y otras ha dormido la mona en la delegación y no trayendo como no trae, identificación, un buen día se lo llevaron al reclusorio... Así sin nombre, ni familiares estaba y los custodios se reían de él:




-¡Ese!, dice que es El Coco- dijo el funcionario público señalándolo
-Pues tomará mucha cocaína- repuso el juez y lo procesaron por delitos contra la salud.





El Coco no asusta ni a su sombra y cumple su condena, sin nombre pasa más de treinta años ahí, hasta que una abogada que trabajaba en la Comisión de los de los Derechos Humanos compadecida por el caso, viendo que no hay pruebas lo quiere hacer libre. Hace los trámites, le consigue un nombre: Juan Hernández, como hay tantos en México, logra el fallo... y un día lo llaman, a El Coco, a la reja, para que firme... El Coco no sabe firmar, así que pone una raya nomás y sale, afuera lo espera la abogada. Lo ve, con una amplia sonrisa. Él ya no quiere salir, se abraza a los custodios, llorando prefiere ser preso que andar por la medianoche llevándose niños para comérselos. El Coco llora, El Coco no quiere salir de la cárcel.





-Finalmente- dice su abogada que es bajita, de piel canela, ojos grandes y cuerpo de uva- ¡Eres libre!

-¡No, que eres mi perdición!

-¿Por qué no quiere irse con su abogada?

-¿Está loco?, ¡Si es la llorona!





Y así fue como se consoló La llorona y desapareció El Coco

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